Crema el Queso y el Azúcar: En el bol grande, pon los 500 gramos de queso crema (que debe estar blando, a temperatura ambiente). Añade los 175 gramos de azúcar. Con las varillas (preferiblemente eléctricas a velocidad baja-media), bate justo hasta que la mezcla esté cremosa, homogénea y sin grumos. No batas en exceso, solo lo necesario para integrar.
Incorpora los Huevos: Añade los 3 huevos, pero hazlo de uno en uno. Es decir, añade un huevo, bate a baja velocidad hasta que se integre, y luego añade el siguiente. Repite hasta incorporar los tres. Esto ayuda a mantener la emulsión y la textura. Recuerda raspar los bordes del bol con la espátula de vez en cuando para asegurarte de que todo se mezcla bien.
Añade la Nata (y opcionales): Vierte los 250 ml de nata para montar (crema de leche) en la mezcla. Si decides usar vainilla o ralladura de limón, añádelos ahora. Bate de nuevo a velocidad baja solo hasta que la nata esté completamente integrada. La mezcla final debe ser líquida pero homogénea y suave. ¡Insisto, no sobrebatas! El exceso de aire puede provocar grietas.
Vierte en el Molde: Con cuidado, vierte la mezcla líquida en el molde que preparaste con el papel de hornear arrugado. Alisa ligeramente la superficie con la espátula si es necesario.
Horneado Mágico: Coloca el molde en el horno previamente calentado a 210°C. Hornea durante aproximadamente 40-50 minutos. El tiempo preciso puede diferir dependiendo de tu horno. Sabrás que está lista cuando:
La superficie esté bien dorada, incluso con zonas oscuras, casi "quemadas" (¡eso es lo que buscamos!).
Los bordes estén firmes, pero el centro todavía tiemble ligeramente si mueves el molde con suavidad (como un flan). No te preocupes, terminará de cuajarse al enfriar.
Enfriamiento Crucial (¡Paciencia!): Este paso es TAN importante como el horneado para conseguir la textura perfecta.
Apaga el horno y deja la puerta entreabierta (puedes usar una cuchara de madera para sujetarla). Deja la tarta dentro del horno apagado durante unos 30 minutos - 1 hora. Este enfriamiento gradual evita cambios bruscos de temperatura que pueden causar grietas.
Saca la tarta del horno y déjala enfriar completamente sobre una rejilla a temperatura ambiente (esto puede llevar 2-3 horas).
Una vez fría, cúbrela con film transparente (sin que toque la superficie si es posible) y refrigérala en la nevera durante al menos 4 horas, aunque lo ideal es dejarla toda la noche. Este reposo en frío es esencial para que asiente su textura cremosa definitiva.